Sonríes y agitas las manos allá abajo.
Desde la cima te observo, diminuto, lejano
parado al medio del círculo de arena.
Atrevidas las gaviotas se acercan,
alguna volando te roza la cara;
una onda de mar llega cansada
trazando una media luna a tus pies,
y un pescador fija sus redes a la soledad.
El viento en lo alto me trae tu aroma,
lo atrapo, lo encierro y libero
en los ríos internos de mí.
Llaman, lo siento. Me vuelvo.
Al disfraz diario regreso;
por dentro, caudales de ti me llevo.
Olga Teresa