Nada es igual

Estaba la Luna cual barco a la deriva,
pero en el cielo.
La espuma del mar era una avalancha de nieve
calando mi desolada piel.
Estaban todavía, las huellas de tus zapatos
perdiéndose en los riscos,
y en mi memoria, tus ojos trepando por mi cuerpo
como piernas a una escalera;
tu aliento refrescante, que sabía a pasto recién cortado,
persistía en quedarse a vivir conmigo;
y tu beso, el último, el desmesurado,
se prendió a mis labios porque llorando le rogué
que así lo hiciera.
No sé que luz sedienta llamó a la muerte por su nombre,
y que mapa embustero te indicó mal el camino;
sólo sé que la Luna, no es » la Luna «,
el mar, no es el mismo
y yo, perdida, doy vueltas oliendo tu rastro
porque sin ti, ni yo soy la misma.
Olga Teresa